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Recordando el Domingo Sangriento de Selma

Publicado por Desirée el mayo 30, 2019
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  • Herramientas antirracistas
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Traducción del artículo “Remembering Selma’s Bloody Sunday“
Un siglo después de que terminase la guerra civil norteamericana, el legado racial de la esclavitud y la Reconstrucción seguían resonando estrepitosamente en Alabama en 1965. La  histórica Ley de Derechos Civiles de 1964 se había aprobado meses antes. Sin embargo hizo poco en algunas zonas del estado en los que no se garantizó el derecho básico al voto de las personas afroamericanas. Tal vez en ningún otro sitio el arraigo de las leyes de Jim Crow fue más fuerte que en el condado de Dallas. Allí los afroamericanos constituían más de la mitad de la población. Aún así solo representaban el 2% de votantes registrados.

Los antecedentes

El Comité Coordinador No Violento Estudiantil (SNCC)  llevaba meses intentando registar a votantes negros en la sede del condado de Selma. Sus intententos habían sido sistemáticamente frustados. En enero de 1965, Martin Luther King Jr. llegó a la ciudad. El reverendo ofreció el respaldo del Consejo de Liderazgo Cristiano del Sur (SCLC) a la causa. Las manifestaciones pacíficas en Selma y en las comunidades aledañas provocaron el arresto de miles de personas, incluido King, que escribió al New York Times: Esta es Selma, Alabama. Hay más negros en la cárcel conmigo que en las listas de votantes “.
Las crecientes tensiones raciales finalmente se convirtieron en un derramamiento de sangre en la ciudad cercana de Marion el 18 de febrero de 1965, cuando los policías estatales atacaron a los manifestantes y mataron a tiros a Jimmie Lee Jackson, de 26 años, un manifestante afroamericano que intentaba proteger a su madre, que estaba siendo golpeada por la policía.En respuesta, los líderes de los derechos civiles planearon dirigir la causa directamente al gobernador de Alabama, George Wallace, en una marcha de casi 87 quilómetros, desde Selma hasta la capital del estado de Montgomery.
Wallace ordenó a los agentes del estado que utilizasen todas las medidas necesarias para evitar una marcha. Muy a su pesar, aproximadamente 600 personas defensoras del derecho al voto partieron de la iglesia AME de Brown Chapel. Era el domingo 7 de marzo. King se había reunido con el presidente Lyndon Johnson dos días antes para discutir la legislación sobre el derecho al voto. Decidió quedarse en Atlanta con su propia congregación, y planeaba unirse a los manifestantes en el camino al día siguiente.

La marcha sobre el puente Edmund Pettus

Con el lanzamiento de una moneda, se determinó que Hosea Williams representaría al SCLC al frente de la marcha. A su lado marcharía John Lewis, de 25 años, presidente del SNCC y futuro congresista de los EE. UU. por Georgia.
Los manifestantes marcharon sin ser molestados por el centro de Selma, donde los fantasmas del pasado impregnaban constantemente el presente. Conforme empezaron a cruzar el arco de acero del puente que cruza el río Alabama, los manifestantes que miraron hacia arriba vieron el nombre de un general confederado y gran dragón del Ku Klux Klan de Alabama, Edmund Pettus, que los miraba fijamente desde aquellas enormes letras mayúsculas estampadas en el travesaño del puente.
Cuando Williams y Lewis llegaron al centro del puente, vieron problemas al otro lado. Un muro de soldados estatales, con cascos blancos y porras, se extendía por la Ruta 80 en la base del tramo. Tras ellos se encontraban los oficiales del sheriff del condado, Jim Clark —algunos a caballo— y docenas de espectadores blancos agitando banderas confederadas y anticipándose vertiginosamente a un enfrentamiento. Sabiendo que se avecinaba una confrontación, los manifestantes avanzaron en una delgada columna por la acera del puente hasta que se detuvieron a unos 50 pies de distancia de las autoridades.
“Sería perjudicial para su seguridad continuar con esta marcha”, dijo el comandante John Cloud desde su megáfono. “Esta es una asamblea ilegal. Tienen que dispersarse. Se les ordena que se dispersen. Váyanse a su casa o su iglesia. Esta marcha no continuará “.
“Señor comandante —respondió Williams—. Me gustaría decirle unas palabras, ¿podemos tener unas palabras?”.
“No tengo nada más que decirte”, respondió Cloud.
Williams y Lewis se mantuvieron firmes en el frente de la fila. Después de unos momentos, los soldados, con máscaras antigás pegadas a sus caras y porras, avanzaron. Hicieron retroceder a Lewis y Williams. Entonces los soldados avanzaron. Tiraron a los manifestantes al suelo. Los golpearon con las porras. Las nubes de gas lacrimógeno se mezclaban con los gritos de los aterrorizados manifestantes y los vítores de los transeúntes.

La carga

Los agentes montados cargaron por delante y persiguieron a los hombres, mujeres y niños que jadeaban volviendo atrás por el puente mientras blandían porras, látigos y tubos de goma envueltos en alambre de púas. Aunque se les forzaba a retroceder, los manifestantes no se defendieron.
Semanas antes, King había reprendido al fotógrafo de la revista Life, Flip Schulke, por tratar de ayudar a los manifestantes derribados por las autoridades en lugar de escabullirse. «El mundo no sabe que esto sucedió porque usted no lo fotografió» le dijo a Schulke, de acuerdo con el libro ganador del Premio Pulitzer “The Race Beat”. En esa ocasión, sin embargo, las cámaras de televisión capturaron todo el asalto y convirtieron la protesta local en un acontecimiento nacional sobre los derechos civiles. 
Costó horas que la película fuera trasladada desde Alabama a la sede de la cadena de televisión en Nueva York, pero cuando se emitió esa noche, los estadounidenses se horrorizaron ante las imágenes y los sonidos del “Domingo Sangriento”.
Alrededor de las 9:30 de la noche, el reportero de ABC Frank Reynolds interrumpió la emisión del “Juicio en Nuremberg” (una película repleta de estrellas que exploraba el fanatismo nazi, los crímenes de guerra y la culpabilidad moral de quienes obedecieron órdenes y no se manifestaron en contra del Holocausto) para retransmitir las imágenes inquietantes y recién llegadas de Selma. Casi 50 millones de estadounidenses que habían sintonizado por la tan esperada primicia de la película no pudieron escapar de los ecos históricos de los soldados de asalto nazis en las escenas de los furiosos soldados estatales. “La yuxtaposición golpeó como un rayo psicológico en los hogares estadounidenses”, escribieron Gene Roberts y Hank Klibanoff en “The Race Beat”.
La conexión no se perdió en Selma tampoco. Cuando su establecimiento finalmente se vació clientes, un comerciante local le confesó al reportero de Washington Star, Haynes Johnson, el racismo institucional de la ciudad: “Todo el mundo sabe lo que pasa, pero intentan fingir que no lo ven. La otra noche vi “Juicio en Nuremberg” en el Late Show y pensé que encajaba perfectamente; es como Selma”.

Las consecuencias

La Indignación por el “Domingo Sangriento” barrió el país. Los simpatizantes organizaron sentadas, cortes de tráfico y marchas en solidaridad con los manifestantes por el derecho al voto. Algunos incluso viajaron a Selma donde, dos días después, King intentó otra marcha; pero, para consternación de algunos manifestantes, dio la vuelta cuando los soldados bloquearon nuevamente la carretera en el puente Edmund Pettus. Finalmente, y después de que una orden de la corte federal permitiera la protesta, los manifestantes del derecho al voto abandonaron Selma el 21 de marzo bajo la protección de las tropas federales de la Guardia Nacional. Cuatro días después, llegaron a Montgomery y la multitud creció a 25.000 personas cuando llegaron a los escalones del capitolio.
Los eventos en Selma galvanizaron la opinión pública y movilizaron al Congreso para aprobar la Ley de Derecho al Voto que el Presidente Johnson promulgó el 6 de agosto de 1965. Hoy, el puente que sirvió de telón de fondo para el “Domingo Sangriento” todavía lleva el nombre de un blanco supremacista, pero ahora es un hito simbólico de los derechos civiles. 
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Desirée
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