Una de las cuestiones relacionadas con el racismo y en la que hay que trabajar —sobre todo las personas blancas— es en el reconocimiento (y la aceptación, ya que estamos) del privilegio blanco. Por eso hoy he decidido dedicar este artículo a hablar sobre esta cuestión.
Hablar sobre el privilegio blanco es complicado. Sobre todo porque hay personas blancas que no creen que exista tal cosa. Pasa algo similar al reconocimiento de la existencia del privilegio masculino: hay hombres que lo niegan y se ofenden cuando se nombra. Sin embargo, el hecho de que la mayoría de personas blancas se nieguen a reconocerlo no hace que deje de existir, así que hablemos de él para saber qué implica y cómo se manifiesta.
El privilegio blanco es el concepto que resalta las ventajas (sociales, políticas, económicas, profesionales y de cualquier otro tipo) de las que disfrutan las personas blancas con respecto a las personas que no lo son. El privilegio blanco opera y existe en la mayoría de los sistemas e instituciones que afectan a nuestra vida, y también lo hace a nivel interpersonal.
Hay personas blancas que no creen que tal cosa exista, o intentan rebatir la existencia del privilegio blanco aludiendo al hecho de que ellas no son privilegiadas en ningún sentido. Si tú eres una de esas personas, atiende: nadie está diciendo que tú no lo hayas pasado mal en tu vida, ni que no enfrentes dificultades u obstáculos. Lo que se está poniendo de relieve es que esas luchas o esos obstáculos que enfrentas no están relacionados con el color de tu piel.
Como decía Tim Wise en el documental Hello, privilege. It’s me, Chelsea: ¿cómo le explicas a un pez qué es el agua? Señalar la existencia del privilegio blanco sigue siendo peliagudo, porque no se entiende. Y no se entiende porque es el hábitat natural para las personas blancas.
El privilegio blanco existe. Beneficia a las personas blancas lo quieran o no, independientemente de que hagan algo o no hagan nada para merecerlo. Hago este apunte porque hay personas que consideran que lo del privielgio blanco es algo que no va con ellas. Al contrario: va con todas las personas blancas. Porque ser una persona blanca es la norma en las sociedades que habitamos. Y eso facilita las cosas, porque el privilegio blanco se configura como una ventaja que protege a las personas blancas de vivir cualquier discriminación u opresión relacionada con el color de su piel.
Cuando se señala la existencia del privilegio blanco, las personas [blancas] tienden a negarlo automáticamente: la fragilidad blanca se activa y dificulta el diálogo. La conversación se vuelve personal porque la persona blanca se siente atacada, y desaparece la voluntad de comprender el problema estructural que se plantea.
La principal manifestación del privilegio blanco es la posibilidad de concederle al racismo muy poca importancia por el hecho de no impactar de forma significativa en el día a día de las personas blancas. Esa es la manifestación más remarcable.
Para las personas que creen que el privilegio blanco no es tal cosa, veamos una lista de manifestaciones en las que se traduce, en el día a día, el privilegio blanco:
Las afirmaciones anteriores conforman la realidad del privilegio blanco. Beneficia a las personas blancas en cuestiones por las que ni siquiera crean que haya que preocuparse. Las personas blancas tienen tan integrado y aceptado que las afirmaciones anteriores son globales, que no se cuestionan que esas mismas afirmaciones puedan ser discriminatorias para otras personas.
Al final, el privilegio de la blanquitud conforma el poder de ser lo normal. Y esa normalidad confiere a las personas la tranquilidad de moverse por el mundo con la seguridad de que muchas de sus necesidades, en lo que a raza y color de piel se refiere, serán cubiertas con facilidad.
Tener la piel blanca, insisto, significa crecer y desenvolverse sin tener que preocuparse por la raza durante la mayor parte de la vida. Y las personas blancas no notan nada al respecto porque las sociedades que habitamos están diseñadas por y para personas blancas.
Hay personas blancas que, a la que se señala el privilegio blanco, utilizan frases sarcásticas (y muy violentas) del estilo de «A ver si ahora tengo que disculparme por ser blanca» o «No pienso pedir perdón por ser blanca». Es que no es ese el ejercicio que hay que hacer. El punto no es discuparse por algo que una persona nunca ha tenido que considerar.
De lo que se trata es de darse cuenta, como personas blancas, de que existen una serie de ventajas provistas por el sistema. Hablamos de beneficios estructurales de los que las personas racializadas no gozan. A partir de ahí, se trata de hacer esfuerzos conscientes e intencionales, como personas blancas, que busquen garantizar la igualdad para las personas racializadas.
Superada la culpa, que paraliza y es improductiva, lo que se espera de una persona blanca aliada del antirracismo es que se implique y pase a la acción. Y en ese pasar a la acción, reconocer la existencia del privilegio blanco es el primer paso.
Tienes que saber que, más allá de las manifestaciones de las que he hablando más arriba, el privilegio blanco crea una brecha (racial, que en el caso de las mujeres se puede ver acentuada por la brecha de género) respecto a muchas otras cuestiones. Hablamos de riqueza generacional y oportunidades laborales y profesionales. También hablamos de la experiencia relacionada con la violencia y de otras cuestiones relacionadas con la calidad de vida, como la salud y la atención sanitaria.
Después de reconocer la existencia del privilegio blanco, te va a tocar arremangarte y poner tus recursos a disposición del movimiento antirracista.
Hay una cantidad enorme de acciones que puedes llevar a cabo en el ejercicio de tu alianza antirracista. Te repito que lo fundamental es reconocer que existe el privilegio blanco. Puedes hablar de su existencia con otras pesonas blancas de tu entorno, para que también sepan que existe.
Decimos y repetimos una y otra vez que el racismo es estructural, pero no podemos negar que las estructuras están conformadas por personas. Ahí aparece tu responsabilidad personal. Esa responsabilidad es la que debe motivarte a hacer esfuerzos conscientes y activos para, a nivel personal, ser parte del cambio. Es muy fácil mirar hacia otro lado cuando una injusticia no nos atraviesa, y somos muy poco conscientes de que, si no nos involucramos, permitimos que las injusticias se perpetúen.
Escucha y aprende de los discursos de personas racializadas antirracistas. Lee libros, escucha podcasts, mira documentales, series y películas que traten de estas cuestiones. Y si alguna persona racializada te señala tus conductas y comportamientos racistas, escucha y, desde la humildad, revísate sin atacarla. Que bastante esfuerzo le habrá costado señalártelos.
Para concluir, ten claro esto: te toca comprometerte. Eso significa hablar sobre racialización con otras personas blancas a pesar de la incomodidad que puedas sentir. No es una experiencia agradable y puede ser fuente de sinsabores, pero es algo que debes hacer.
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