Es una pregunta retórica, por supuesto. Las vidas negras importan. Bueno, por lo menos, a mí me importan. Debe ser porque soy formo parte de la comunidad de vidas negras. Más allá de las comunidades, a veces dudo de que lo hagan.
Toda esta reflexión la hago después de que el asesinato de George Floyd y sus últimas palabras, I can’t breathe, hayan dado la vuelta a gran parte del mundo. También hago esta reflexión después de ver que una parte importante de la sociedad se ha volcado como en pocas ocasiones para apoyar a las comunidades afro. Porque George Floyd no ha sido la única víctima mortal de la brutalidad policial este año 2020. En marzo fue asesinada Breonna Taylor y aquí nadie dijo esta boca es mía. De hecho, las vidas negras importan, pero las vidas de las mujeres negras importan menos, y por eso, cuando la policía asesina a mujeres afroamericanas, casi nunca nos llega la noticia.
Breonna Taylor recibió ocho disparos de tres agentes que irrumpieron en su apartamento en Louisville, Kentucky, atendiendo a una orden de registro para cumplir con una investigación relacionada con drogas. La policía afirma que los agentes se identificaron y usaron sus armas después de que el novio de Breonna Taylor les disparase. Sin embargo, la madre de la víctima afirmó que la policía no llamó, y que el novio de su hija, que tenía licencia de armas, pensó que alguien allanaba su domicilio.
Pero es que hay más. En otras ciudades han sucedido otros asesinatos a manos de la policía. El 6 de mayo, la policía de Indianápolis mató a Dreasjon “Sean” Reed. El 23 de febrero, Gregory McMichael, expolicía del Condado de Glynn, Georgia, ayudó a acorralar a Ahmaud Arbery en un incidente que terminó con Arbery muerto a tiros. Y así, si nos vamos remontando años atrás, descubrimos un rastro de cuerpos asesinados por la brutalidad policial entre los cuales recordamos a Eric Garner, Philando Castile o a Tamir Rice. Recordamos a muchos hombres y olvidamos a muchas mujeres. Por eso me pregunto qué va a pasar después, y no sé si todo este interés de ahora se mantendrá. Porque ha muerto la policía ya se ha cobrado demasiadas vidas sin que la sociedad haya reaccionado.
Sin embargo, esta manía de mirar solo hacia los Estados Unidos nos impide ver que en otros lugares del mundo la policía también mata. Poca gente sabe quién era Joao Pedro Mattos. Joao Pedro era un adolescente de catorce años que murió tiroteado durante un operativo de la Policía federal y civil en Río de Janeiro, Brasil, el pasado mes de mayo de 2020. Tampoco mucha gente recuerda a Mame Mbaye, el hombre de origen senegalés que murió en marzo de 2018 mientras huía de la persecución de la policía por el madrileño barrio de Lavapiés.
Por eso me parece importante tomar conciencia de que fuera de los Estados Unidos, el racismo institucionalizado también se lleva por delante vidas negras. Y a veces eso sucede mucho más cerca de lo que creemos. Lo que pasa es que como el racismo institucionalizado fuera de Estados Unidos se manifiesta de formas más invisibilizadas y desconocidas, fuera de los ojos de la mayoría de la población, creemos que no pasan cosas.
En España mucha de esa violencia contra los cuerpos negros sucede en los CIE (Centros de Internamiento para Extranjeros). Mucha gente no sabe qué son los CIE, ni los motivos que pueden llevar a una persona migrante a ingresar en una de esas cárceles. Si lo supiéramos, nos escandalizaríamos.
Tampoco hay mucho conocimiento sobre la violencia que se produce durante los vuelos de deportación masiva que organiza el Gobierno de España, ni que se me violenta y se droga a las personas deportadas, utilizando medidas ilegales e inhumanas que también pueden causar la muerte, y en realidad ya lo han hecho en alguna que otra ocasión.
Hay que prestar atención. Hay que dar importancia a las injusticias que suceden en Estados Unidos de América; pero también hay que poner el foco en las injusticias contra la población africana y afrodescendiente en los territorios que habitamos. No perdamos el foco.
No puedo evitar mostrarme escéptica y preguntarme si esta indignación globalizada es tan solo una moda, si es hipocresía o ha venido para quedarse definitivamente. Y me lo pregunto porque vivimos en la sociedad de las tendencias. Algo se hace viral y tendemos a sumarnos ignorando, en este caso, las significaciones políticas ligadas a la lucha antirracista.
También he sentido que el Black Lives Matter ha puesto de manifiesto algunas contradicciones. He visto, por ejemplo, a muchos clubes españoles de fútbol manifestándose abiertamente a favor del movimiento de Black Lives Matter. Los mismos clubes españoles que, cuando en sus campos de juego algún jugador negro sufre una agresión racista, no reaccionan y optan por dejar a ese jugador enfrentarse al racismo sin ningún tipo de apoyo. Igual que hace La Liga. Como mucho, algún club aparece con el eslogan manido de “rechazamos cualquier tipo de violencia”. Y claro, entonces nos encontramos ante la contradicción de andar defendiendo a un jugador de fútbol con vínculos evidentes con el nazismo porque en el campo de fútbol le han gritado nazi.
También han aparecido personas que nunca se habían manifestado acerca del racismo. De repente, el martes de la semana pasada, un aluvión de personas se sumaba al #BlackOutTuesday. Y hubo personas, muchas, que presas de una especie de fiebre, se pusieron a seguir a cuentas antirracistas como si no hubiera un mañana. Ah, y no quisiera olvidarme de este último grupo: personas a las que en alguna ocasión les señalé su racismo y me respondieron haciéndome luz de gas o de forma pasivo agresiva, ahora me mencionan en sus cuentas, diciendo cuánto aprenden leyéndome.
De verdad que espero que las personas que hicieron todas estas menciones y acciones en redes sociales el martes pasado sigan manifestándose abiertamente contra el racismo esta semana y las que vengan después. Porque si todo eso no genera un cambio, no creo que nada de esto sirva de mucho.
Y llegamos a lo de siempre. A la invisibilización de la lucha antirracista. Cada vez que una persona de la comunidad afro aparece con un cartel de Black Lives Matter, una persona blanca (o varias) aparece en escena diciendo que todas las vidas importan. Dejad de hacer eso. Quiero decir: ¿cuál es el problema de que las vidas negras importen? ¿Por qué molesta tanto?
No creía que hiciera falta decirlo, pero decir que las vidas negras importan no significa que el resto de las vidas no importen. Las ganas de malinterpretar los mensajes son increíbles. Sí, todas las vidas importan, está claro. La cuestión es que ahora estamos poniendo el foco sobre las vidas negras por la violencia estructural que se ejerce sobre nuestros cuerpos históricamente en todo el mundo, desde la colonización. Solo estamos diciendo esto. Y es muy exasperante que siempre haya alguien intentando quitarnos del foco.
Al final, el “Todas las vidas importan” es otra manifestación del privilegio blanco, que también se manifiesta diciendo que “todas las personas somos iguales”, cuando está clarísimo que no lo somos. Al hilo de esto que digo, quiero compartirte una anécdota.
En la manifestación del pasado 7 de junio, mi amiga Maite y yo fuimos con nuestro carteles reivindicativos hechos en casa. Al llegar al lugar de la manifestación, una persona de la organización nos dio un cartel en el que ponía Black Lives Matter y, a pesar de llevar nuestros carteles propios, decidimos aceptarlo. Pasado un rato, vimos a nuestro lado a una mujer blanca con un cartel hecho a mano en el que se leía “Todos somos personas, todos somos iguales”. Mi amiga Maite y yo nos miramos en silencio, desaprobando.
Maite me preguntó si me parece bien que le ofrezca el cartel que nos han dado desde la organización, y le dije que sí. Cuando Maite se acercó a la mujer a ofrecerle el cartel de Black Lives Matter, la mujer le dijo que no lo quería, que tenía el suyo y que le gustaba más. Y Maite le dijo que ya, pero que estábamos en una marcha contra el racismo porque no todas las personas somas iguales.
Un rato después, la mujer se acercó a mi amiga a preguntarle por qué le había dicho eso. Que le ha hecho sentir violenta. La cuestión es que el cartel de la mujer nos hacía sentir violentas a nosotras, pero quien tenía que estar en el centro, de nuevo, era la blanquitud, con su mensaje de “Todas las vidas importan” o “Todos somos iguales” o cualquier otro mensaje que nos invisibiliza. No. No somos iguales. Y si lo fuésemos iguales no estaríamos manifestándonos contra el racismo, por lo que ese mensaje es engañoso.
La lucha antirracista es un camino constante, no un destino. Es todo un viaje que no termina. No pretendo que las personas blancas lo sepan todo. Eso es imposible, porque nos han educado de una forma muy determinada y, para aprender sobre cuestiones de antirracismo, primero hay que desaprender. Lo que sí pretendo es que haya una predisposición a aceptar otros discursos sin ridiculizarlos ni silenciarlos.
Muchas actitudes tienen que ver con la ignorancia. Con una ignorancia promovida por la estructura racista que nos educa y que nos quiere así, ignorantes con respecto a las identidades culturales diversas. Pero si tienes a una persona delante que te ofrece una alternativa, ahí entran en juego tus privilegios, ¿qué vas a hacer? ¿Aceptas la alternativa y la oportunidad de (des)aprender o haces uso de tu privilegio y te mantienes en tus trece porque, básicamente, es más cómodo?
Hasta que desde la blanquitud no se entienda que los discursos antirracistas están llamados a generar incomodidad y que es básico y fundamental aprender a lidiar con esa incomodidad sin culpar a quien señala el racismo, no estaremos en disposición de tener conversaciones en profundidad sobre racismo. Y es urgente empezar a hacer eso ya.
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