El bombardeo ocurrió el 15 de septiembre de 1963, cuando una bomba explotó antes del servicio del domingo por la mañana en la Iglesia Bautista de la calle 16 en Birmingham, Alabama, una iglesia con una congregación predominantemente negra que también servía como lugar de reunión para líderes de derechos civiles. El atentado se saldó con cuatro jóvenes asesinadas y muchas otras personas heridas. La indignación por el incidente y el violento enfrentamiento entre manifestantes y policías que siguió ayudó a llamar la atención de la nación hacia la lucha tan dura y, a menudo peligrosa, por los derechos civiles de las personas afroamericanas.
Birmingham en la década de 1960
La ciudad de Birmingham, Alabama, fue fundada en 1871. Devino rápidamente el centro industrial y comercial más importante del estado. Sin embargo, en la década de 1960, también fue una de las ciudades más discriminadas y segregadas de Estados Unidos.
El gobernador de Alabama, George Wallace, fue un importante enemigo de la segregación. Birmingham vivió uno de los capítulos más fuertes y violentos del Ku Klux Klan (KKK). El comisionado de policía de la ciudad era Eugene “Bull” Connor. El comisionado era famoso por su disposición a usar la brutalidad en la lucha contra los manifestantes radicales, miembros de sindicatos y personas negras.
¿Sabías que, en 1963, las bombas caseras detonadas en casas e iglesias negras de Birmingham eran tan comunes que la ciudad se ganó el apodo de Bombingham?
Precisamente por su reputación como bastión de la supremacía blanca, los activistas de derechos civiles hicieron de Birmingham un foco importante de sus esfuerzos para terminar con la segregación en el Sur Profundo.
Carta desde la cárcel de Birmingham
En la primavera de 1963, Martin Luther King Jr. fue arrestado allí mientras lideraba a los partidarios de su Conferencia de Liderazgo Cristiano del Sur (SCLC) en una campaña no violenta de manifestaciones contra la segregación. Mientras se encontraba en la cárcel, King escribió una carta a los ministros blancos locales para justificar su decisión de no suspender las manifestaciones ante el continuo derramamiento de sangre a manos de los funcionarios locales encargados del cumplimiento de la ley.
Su famosa «Carta desde una cárcel de Birmingham» [Letter from a Birmingham Jail] se publicó en la prensa nacional, junto con imágenes impactantes de brutalidad policial contra manifestantes en Birmingham que ayudaron a desarrollar un amplio apoyo a la causa de los derechos civiles.
La iglesia Bautista de la calle 16
Durante la década de 1960, hubo marchas de protesta por los derechos civiles en Birmingham. La mayoría de ellas empezaron en los escalones de la Iglesia Bautista de la Calle 16. Este tempo, durante mucho tiempo, había sido un importante centro religioso para la población negra de la ciudad. También constituía un lugar de reunión habitual para organizadores de derechos civiles como King Jr. Los miembros del KKK lanzaban, de forma habitual, amenazas de bomba destinadas a interrumpir las reuniones de derechos civiles, así como los servicios en la iglesia.
A las 10:22 de la mañana del 15 de septiembre de 1963, unos 200 miembros de la iglesia estaban en el edificio. Muchos de ellos asistían a clases de la escuela dominical antes del inicio del servicio a las 11 de la mañana. La bomba estalló en el lado este de la iglesia, arrojando mortero y ladrillos de la fachada de la iglesia. El impacto causó la caída de las paredes interiores.
La mayoría de los feligreses pudieron ser evacuados del edificio mientras se llenaba de humo, pero bajo los escombros se encontraron los cuerpos de cuatro niñas (Addie Mae Collins, Cynthia Wesley y Carole Robertson, las tres de 14 años, y Denise McNair, de 11), en un baño del sótano. Sarah Collins, de 10 años, también estaba en el baño en el momento de la explosión. Perdió el ojo derecho. Más de 20 personas resultaron heridas en la explosión.
El bombardeo de la Iglesia Bautista de la calle 16, el 15 de septiembre, fue el tercer bombardeo en once días, después de que se dictara una orden de un tribunal federal que ordenaba la integración en el sistema escolar de Alabama.
Secuelas del bombardeo de la iglesia de Birmingham
Tras el atentado, miles de manifestantes negros enojados se reunieron en el lugar del atentado. Cuando el gobernador Wallace envió policías y agentes estatales para disolver las protestas, la violencia estalló en toda la ciudad. Se arrestó a varios manifestantes. Además, dos jóvenes afroamericanos murieron asesinados (uno de ellos, por la policía) antes de que se llamara a la Guardia Nacional para restablecer el orden.
Más tarde, Martin Luther King habló ante ocho mil personas en el funeral de tres de las niñas (la familia de la cuarta niña prefirió un funeral privado más pequeño), alimentando la indignación pública que crecía en todo el país.
Se sospechó inmediatamente de los supremacistas blancos de Birmingham, e incluso de ciertos individuos en particular. Aún así, los repetidos llamamientos para que los perpetradores comparecieran ante la justicia quedaron sin respuesta durante más de una década. Más tarde se reveló que el FBI tenía información sobre la identidad de los bombarderos en 1965 y no hizo nada. (J. Edgar Hoover, entonces jefe del FBI, que desaprobó el movimiento por los derechos civiles, murió en 1972).
En 1977, el fiscal general de Alabama, Bob Baxley, reabrió la investigación. El fiscal llevo a jucio al líder del Klan, Robert E. Chambliss, por los atentados y condenado por asesinato. Aunque siguió manteniendo su inocencia, Chambliss murió en prisión en 1985.
El caso se reabrió nuevamente en 1980, 1988 y 1997. La justicia llevó a juicio finalmente a otros dos ex miembros del Klan, Thomas Blanton y Bobby Frank Cherry. El jurado declaró culpable a Blanton en 2001, y a Cherry en 2002. Un cuarto sospechoso, Herman Frank Cash, murió en 1994 antes de que pudiera ser juzgado.
Impacto a largo plazo del bombardeo de la iglesia de Birmingham
A pesar de que el sistema legal tardó en proporcionar justicia, el efecto del bombardeo de la Iglesia Bautista de la calle 16 fue inmediato y significativo.
La indignación por la muerte de las cuatro niñas ayudó a desarrollar un mayor apoyo a la continua lucha para acabar con la segregación, apoyo que ayudaría a la aprobación tanto de la Ley de Derechos Civiles de 1964, como de la Ley de Derecho al voto de 1965. En ese sentido, el impacto del atentado fue exactamente lo contrario de lo que pretendían sus autores.