La reciente decisión del bar del Parlament de Catalunya de dejar de vender “Conguitos” ha generado una mezcla de reacciones. En realidad, es una medida que llega tarde, como tantas otras que intentan corregir errores históricos de representación y respeto hacia las personas africanas y afrodescendientes. Sin embargo, cuando una marca o institución finalmente toma una decisión así, no es raro encontrarse con resistencias significativas por parte del público general. Las reacciones predominantes suelen oscilar entre la incredulidad, el “no entiendo por qué es un problema” o la defensa del producto bajo la premisa de que “siempre ha sido así”.
Una de las respuestas más comunes frente a estos cambios es el rechazo, muchas veces porque quienes se oponen no son personas afectadas directamente por estas representaciones. Al no haber sido el blanco de estereotipos o burlas, les cuesta comprender el impacto de los productos racistas en la sociedad. Desde su perspectiva, se trata de “solo una imagen” o “solo una palabra”. Sin embargo, para los grupos históricamente oprimidos, estas imágenes y palabras tienen un impacto mucho más profundo. Refuerzan dinámicas de racismo sistémico que llevan siglos en juego y perpetúan la desigualdad. Son el reflejo de una sociedad que, al no verse a sí misma como racista, no reconoce su papel en la perpetuación del racismo.
Es importante señalar que el hecho de que una imagen o nombre se mantenga durante décadas no le otorga legitimidad. Tomemos como ejemplo marcas que han retirado productos racistas, como Uncle Ben’s y Aunt Jemima. Durante años, estas marcas fueron la cara visible de representaciones raciales deshumanizantes, proyectando figuras serviles y subordinadas que perpetuaban un imaginario colonial. Aunque para muchos consumidores era “solo una imagen familiar”, para las personas negras era un recordatorio constante de una historia de esclavitud y subordinación.
En un contexto diferente, pero igualmente relevante, los Washington Redskins también sufrieron presiones para cambiar su identidad, basada en una representación despectiva de los pueblos originarios de Norteamérica. Aunque el cambio también llegó tarde, fue un paso importante en la eliminación de símbolos racistas en el deporte. De manera similar, Colacao en España cambió en 2019 su famosa canción de “Yo soy aquel negrito…”, eliminando una imagen ofensiva que durante mucho tiempo fue motivo de bullying para muchas personas afrodescendientes, entre las que me incluyo. Para quienes vivimos esas experiencias, la canción representaba una herida abierta.
Las decisiones como la de retirar productos o cambiar nombres y símbolos no son simples gestos de corrección política. Son pasos cruciales hacia un reconocimiento más profundo de la dignidad humana. Los símbolos y representaciones racistas están tan normalizados en nuestra cultura que a menudo pasan desapercibidos para quienes no los sufren. Estas representaciones no solo deshumanizan, sino que también reducen a las personas a caricaturas sin historia ni agencia. Por eso, eliminar productos racistas en el marketing es importante: implica un compromiso con la construcción de una sociedad más justa e inclusiva.
No se trata simplemente de sustituir un logo o una imagen por otra. Estos cambios son un reconocimiento de que algo estaba mal y debe corregirse. Aunque algunas personas puedan verlos como superficiales, son pasos necesarios hacia una reflexión más profunda sobre cómo nuestra cultura ha normalizado símbolos racistas durante tanto tiempo. El racismo sistémico no se sostiene únicamente en leyes o prácticas explícitas; también se perpetúa a través de símbolos que refuerzan ideologías de supremacía y subordinación. Al eliminar esos símbolos, comenzamos a desmantelar esa narrativa opresiva.
Sin embargo, estos cambios no pueden quedarse en gestos vacíos. Para que sean realmente efectivos, deben ir acompañados de acciones concretas que promuevan la educación, la reflexión y el cambio estructural. Cambiar el nombre de un producto o retirar una imagen ofensiva es solo el primer paso. Lo siguiente es entender por qué es importante eliminar símbolos racistas de los productos de consumo y cómo nuestra cultura ha normalizado estas representaciones durante tanto tiempo. Aquí es donde entra la importancia de la educación antirracista y la perspectiva interseccional, que nos permiten abordar estos problemas desde su raíz y no solo de forma superficial.
Es fácil caer en la tentación de pensar que la lucha contra el racismo se limita a gestos simbólicos. La realidad es que estos gestos deben estar respaldados por cambios estructurales. No basta con decir que apoyamos la diversidad, la equidad y la inclusión; debemos traducir esos principios en políticas tangibles, como la revisión de políticas empresariales y educativas, la creación de espacios de diálogo abiertos y seguros, y el reconocimiento del impacto histórico del racismo en las comunidades afectadas.
Aplaudir estas decisiones es un primer paso importante, pero también debemos exigir que sean coherentes con un cambio más amplio en la forma en que nuestra sociedad trata a las personas racializadas. No basta con retirar los “Conguitos” del Parlament de Catalunya si no se acompaña de una declaración institucional que reconozca la importancia de la representación justa. Tampoco es suficiente cambiar la letra de una canción si no se revisan los planes educativos para incluir la historia del colonialismo y el racismo en nuestras aulas.
La clave está en entender que el racismo no es solo un problema individual, sino estructural. Está presente en las representaciones culturales, pero también en las oportunidades laborales, en el sistema educativo y en las dinámicas de poder. Por eso, cada pequeño gesto importa, pero debe formar parte de una estrategia más amplia que busque una transformación profunda y sostenible.
Es alentador ver que, aunque tarde, estos cambios están ocurriendo. Sin embargo, es necesario insistir en que las medidas no pueden quedarse en lo superficial. La lucha por una sociedad más justa y equitativa requiere un compromiso constante con la revisión crítica de nuestras instituciones, símbolos y prácticas. Solo así podremos avanzar hacia un futuro donde todas las personas, independientemente de su origen, sean tratadas con el respeto y la dignidad que merecen.
Este sitio utiliza cookies funcionales y scripts externos para mejorar tu experiencia.
Ajustes de privacidad
Ajustes de privacidad
Este sitio utiliza cookies funcionales y scripts externos para mejorar tu experiencia. A la izquierda se especifica qué cookies y scripts se usan y cómo impactan en tu visita. Puedes cambiar tus ajustes en cualquier momento. Tus decisiones no tendrán impacto en tu visita.
NOTA: Estos ajustes solo se aplicarán al navegador y dispositivo que estés usando actualmente.
Google Analytics
Uso cookies de Google Analytics para saber de donde vienes y por donde te mueves en la web, los datos son completamente anónimos, en esta casa cumplimos con el RGPD.