El problema
Este verano, durante las fiestas del barrio de Gràcia, en Barcelona, una asociación de vecinos consideró procedente recrear una reserva india como temática decorativa para las fiestas. Esta actividad fue calificada como racista, dentro y fuera de redes sociales. Hoy quiero hablar un poco sobre esta cuestión y dar mi punto de vista al respecto. ¿Cuál es el problema? Que muchas personas no ven ningún problema, y por eso quiero explicar algunas cosas.
Como he dicho hace un momento, a mucha gente le cuesta creer que recrear una reserva de pobladores originarios americanos sea un problema. Y de ese punto de duda sembrada, que cuestiona el racismo existente, al descrédito abierto y manifiesto, hay un paso muy corto. Y ya, una vez que se cae en el descrédito, reaccionar respondiendo de forma violenta es muy fácil.
¿Pero qué tiene de grave recrear una reserva? Pues que no procede. Eso es lo que tiene de grave. Los pobladores originarios americanos son una comunidad que ha sido perseguida y prácticamente exterminada. Quedan pocas reservas, a las personas integrantes no se les permite hablar su idioma (sí, idioma; nada de dialecto), las películas de indios y vaqueros han trivializado y ridiculizado sus tradiciones hasta el punto que hemos llegado a creer que eso que nos mostraban las películas del lejano oeste ofrecía un retrato fiel de esas comunidades; pero no es así.
Las personas que integran esas comunidades están oprimidas histórica y sistemáticamente y, si a ellas se les ocurre manifestar sus tradiciones y su cultura, o bien se tilda de exótico (por raro y pintoresco) o directamente es objeto de burla. En cambio, que un grupo de personas blancas decidan, que para la fiesta de un barrio, es procedente engalanar toda una parte y decorarla cual reserva es problemático. Lo es porque las personas blancas pueden y el grupo de personas a quienes tradicional e históricamente pertenecen esas costumbres no pueden hacerlo.
Las personas que, sin pertenecer a esa cultura, deciden recrear todo un decorado lo están haciendo desde el desconocimiento de toda la simbología que encierran los elementos que están utilizando para decorar. Por lo tanto, están utilizando elementos totalmente descontextualizados, y eso no está bien. Y también lo están haciendo desde el privilegio (inconsciente, sí, ya; pero privilegio) de poder usar esos elementos culturales cuando a las comunidades originarias se les ha prohibido históricamente manifestar esas expresiones culturales.
Decorar toda una zona como una reserva de pobladores nativos americanos simplemente para engalanar las calles de un barrio durante unas fiestas, descontextualizándola, borra la historia y la herencia de esa comunidad y eso es ofensivo para las personas que se identifican con esa cultura.
Las disculpas
En los medios de comunicación se han leído frases como la que sigue: Los vecinos de la plaza del Nord lamentan los hechos y aseguran que en ningún momento han querido ofender “ningún grupo étnico” y si ha sido así piden disculpas. Esto no son unas disculpas. Nos han hecho creer que sí lo son, y es así como nos disculpamos la mayoría de las personas. Pero aquí se hay dos cuestiones a comentar:
- La intención de no querer ofender no elimina la ofensa. Me explico: el clamar a las buenas intenciones, el justificarse diciendo que no ha habido mala intención no es una forma de pedir disculpas. Que tú no quieras ofenderme no implica que lo que digas o hagas no me vaya a herir. Por lo tanto, la intención de no ofender debe desaparecer de una vez por todas de la forma de discuparse.
- Decir “si ha sido así, piden disculpas” es intentar escurrir el bulto y no querer hacerse cargo de la ofensa. Además de que esa frase deposita todo el peso sobre la persona ofendida, que parece que se ofende porque quiere (“si ha sido así”) y no porque realmente se haya dicho algo ofensivo. Hay que aprender a disculparse de verdad, y no a dar argumentos que parecen una disculpa pero que no lo son.
«Mi cultura no es tu disfraz»
Otra cosa que se puede hacer es consultar. Hablar con personas que pertenecen a esas comunidades antes de ejecutar nada para conocer su punto de vista. ¿No decimos que queremos aprender y que tenemos disposición para hacerlo? Pues que se note.
Y, después de haber consultado, hay que ejercer la autocrítica. Porque si, consultamos pero la respuesta no nos gusta y seguimos adelante con lo que tenemos en mente, sin tener en cuenta el aprendizaje que se nos ha ofrecido, pues tampoco sirve de nada.
A este respecto, muchas personas pertenecientes a comunidades racializadas llevan tiempo lanzando el mensaje “My culture is not a costume” (mi cultura no es un disfraz), y si tantas personas lo están expresando estaría muy bien tenerlo en cuenta.
La respuesta en redes
¿Recuerdas cuando, unas líneas más arriba te comentaba que desde el descrédito a estas cuestiones es fácil responder de forma violenta? Las redes sociales, y Twitter en especial, son el escenario perfecto para esto.
Cuando varias personas racializadas compartieron la denuncia del racismo que encerraba la decoración de la Plaça del Nord, la reacción de las respuestas me pareció preocupante por lo agresivas. La violencia con la que se respondió a las compañeras me dejó sorprendida (sí, sigo sorprendiéndome aunque, tratándose de Twitter, tal vez ya no debería).
En cualquier caso, me cuesta difícil gestionar esos niveles de violencia. Alguien podría pensar que se trata de personas de extrema derecha que se dedican a difundir mensajes de odio allá por donde pasan, pero resulta que no. Que muchas veces esa violencia aparece también entre personas que se las dan de no ser racistas (queda demostrado que no ser racista no es suficiente; hay que ser antirracista). Y, a pesar de considerarse no racistas, de repente se descubren con el “yo no soy racista, pero…”. Como si todo lo que dijeran después del pero no entrase en contradicción con la afirmación previa; es ahí donde la fragilidad blanca juega la mala pasada de retratar ese racismo que creemos que no está ahí, pero sí.
Al final con este texto lo que me gustaría es que entendamos algunas cosas:
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El racismo va mucho más allá de lo que pensamos.
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La apropiación cultural —descontextualizando las tradiciones y las prácticas culturales de comunidades a las que no pertenecemos— es una práctica que debería dejar de hacerse, ya que está muy enraizada en el colonialismo.
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Es necesario tomar conciencia de cómo la cultura occidental constantemente fagocita y comercializa a culturas, contribuyendo a que se las desprovea de su sentido y lleguen a la desaparición.
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Y, por último, si nos señalan como racista una práctica y no sabíamos que lo era, con admitir que no lo sabíamos y pedir disculpas sinceras podemos reparar el daño causado.
Ahí dejo material para reflexionar. Si tienes algún comentario que hacer al respecto, puedes dejarlo en la sección de comentarios y seguimos la conversación.