Una situación muy común que suelo vivir es que personas blancas me pregunten si verdaderamente creo todavía hay racismo en España. Cuando respondo que por supuesto que sí, veo sorpresa en sus miradas. De hecho es posible que tú, que me estás leyendo ahora, consideres que exagero cuando hago esta afirmación.
Normalmente esto sucede por una cuestión: si eres una persona no afro, no has experimentado en tu cuerpo las consecuencias que tiene el racismo. De hecho es muy probable que, si te preguntan qué es racismo, respondas que el racismo conlleva la agresión verbal o física a una persona racializada. Este pensamiento dificulta la detección de conductas racistas más sutiles. De hecho este pensamiento provoca que incluso se nos responda que exageramos cuando hablamos de otras formas de racismo que no conllevan agresión.
¿Alguna vez has oído (o dicho) algunas de estas expresiones?
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«Eso se ha dicho siempre y no ha pasado nada».
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«Bueno, igual no deberías tomártelo todo tan a pecho». «¡A ver si va a resultar que todo es racismo!».
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«Tal vez la racista eres tú, que ves racismo en todas partes».
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«Yo no soy racista, tengo amigos negros».
¿Todo es racismo?
Cuando las personas que enfrentamos situaciones racistas a diario señalamos comportamientos muy sutiles que pasan desapercibidos, se nos suele decir que exageramos. Se nos culpa de ser demasiado sensibles con respecto al tema. En resumen, se invisibiliza, se niega y se deslegitima el racismo que hemos vivido.
El racismo es un sistema que impregna todo, un todo que va mucho más allá de las agresiones abiertamiente racistas. El hecho de que creas que no eres racista porque eres de izquierdas no te libra. Que nunca has pensando ni dicho que «los inmigrantes deberían volverse a su país» no significa que no tengas conductas racistas. Solo significa que no las has detectado.
Cuando digo que el racismo impregna todo también hablo de la historia. Se oculta el hecho de que muchas personas africanas están en España desde hace siglos, y no desde la década de los ochenta. Se niegan acontecimientos horribles, como la existencia de mercados de personas esclavizadas en España. O que los indianos hicieron fortuna a costa del comercio de personas esclavizadas en el Caribe. Se siguen manteniendo fiestas y tradiciones que constituyen una burla para las personas africanas y afrodescendientes. No parece haber ningún interés por considerar el impacto que tienen en nosotras.
Cuando hablo de fiestas y tradiciones que constituyen una burla, me refiero más exactamente a todas las celebraciones que se dan a lo largo y ancho del territorio español (islas incluidas) y que están relacionadas con el blackface, que es el hecho de pintarse la cara de negro para imitar a personas afro y exagerar los rasgos para burlarse.
El pasado miércoles 4 de septiembre tuve el honor de acudir, a la Sala Fénix de Barcelona, al estreno de la obra «Blackface y otras vergüenzas», protagonizada por la gran Silvia Albert Sopale, actriz, dramaturga y directora de la compañía de teatro No es país para negras. Para esta ocasión, Silvia Albert decidió hacer un Black Premiere. Eso supuso que el estreno de la obra estaba abierto únicamente para personas de la comunidad afro.
La propia Silvia Albert hacía estas declaraciones para las noticias de TV3, la televisión autonómica catalana: «Siento que necesitamos estos espacios y que, para mí, poder mostrarla por primera vez con un público todo de personas afrodescendientes, de iguales, es un lujo».
Yo asistí con mis hijas Àfrica Uri (12 años) y Enoâ (10 años). La verdad es que para mí fue maravilloso tener la oportunidad de ver en primicia la obra de Silvia Albert rodeada de personas de la comunidad.
Blackface y otras vergüenzas
El título de la obra hace alusión como he comentado, al blackface y a festividades en las que se ridiculiza a personas negras, como la negra Tomasa de los carnavales de Santa Cruz de la Palma o los pajes de Alcoy. También hace referencia a celebraciones en las que se nos niega la posibilidad de autorrepresentarnos. Esto todavía pasa en demasiadas cabalgatas de los Reyes Magos donde se pinta al rey Baltasar y a los pajes que le acompañan.
El espectáculo de Silvia Albert hace una crítica a estas prácticas a través de un diálogo que Tomasa con Sosó, sobrenombre de Víctor Lorenzo Díaz Molina, que fue el creador del personaje de la negra Tomasa del carnaval de Santa Cruz y que en 2018 recibío la Insignia de Oro de la capital palmera por la creación del personaje de Tomasa. Díaz Molina no solo recibió la insignia de oro, sino que también fue honrado con la colocación de una placa de reconocimiento en la fachada de su domicilio.
La crítica va más allá, porque el título habla, además del blackface, de otras vergüenzas. En este caso, la actriz nos conecta con personajes del pasado que explican su propia historia; una historia de dolor, de sufrimiento, de deshumanización extrema relacionada con la exhibición de cuerpos negros que se hizo en Europa a través de zoológicos humanos. Sí, zoológicos humanos. No vayas a pensar que te hablo de algo muy lejano: en la exposición universal de Bruselas de 1958 hubo una muestra en vivo de hombres, mujeres y niños negros en “condiciones autóctonas” para la educación y diversión de los europeos blancos. Fue el último zoológico humano del mundo y tuvo lugar hace tan solo sesenta y un años.
La obra
«Blackface y otras vergüenzas» da cuenta de cómo cambia la historia en función de quién la cuenta. Todo lo que se resalta y se pone en valor cambia automáticamente. En este caso tenemos la oportunidad de reinterpretar algunos episodios de la historia reciente de España y Europa relacionados con el colonialismo y la esclavización de personas africanas.
Salí removida, como cada vez que veo a Silvia actuar, y lo único en lo que podía pensar era en que necesitaba procesar todo el abanico de emociones intensas que sentí durante la obra. Si eres una persona Afro, la obra te va a impresionar: reirás, llorarás, sanarás, te enorgullecerás. Yo salí pensando que el sufrimiento ancestral y la resistencia es el hilo conductor de la historia de las personas africanas desde la colonización y que hay un gran desconocimiento sobre el tema. El hecho de que todas las historias sobre África y su diáspora, hasta hace poco, hayan sido contadas desde Occidente hace que tengamos un conocimiento muy superficial sobre las masacres que se han cometido sobre los cuerpos negros. No podía quitarme de la cabeza esta reflexión.
Tienes que verla
Si eres una persona blanca la obra te interpelará a unos niveles inimaginables. Te escocerá, te enfadarás, te avergonzarás. Escocerá, porque ver toda esta historia vergonzosa teatralizada no es lo mismo que leerla. Te enfadarás porque a nadie le gusta que le señalen lo que no hace bien. Es muy posible que, desde ese enfado, necesites alejarte y desmarcarte argumentado que eso del racismo «es cosa del pasado», o que tú no tienes nada que ver «porque yo no había nacido cuando pasó todo eso». Y te avergonzarás. Mucho. Porque te darás cuenta de todo el daño que hay detrás de la colonización, y que me impide pensar que la colonización supuso algo bueno para los territorios invadidos.
Me gustaría que, cuando transites todas estas emociones, si eres una persona blanca, entiendas que el señalamiento que se hace es a la blanquitud como posición social, política y económica de estar en el mundo, y no a ti en concreto, aunque, evidentemente, si eres una persona blanca, te beneficias de la blanquitud, ya que te otorga una serie de ventajas. En tu mano está decidir qué haces con esas ventajas y, por si no se te ocurre qué hacer, yo te doy algunas ideas:
En cualquier caso, te recomiendo que veas esta obra, una obra tan necesaria como todas las obras de esta gran actriz; una obra que, sin lugar a dudas, debería ser de asistencia obligatoria. Yo solo pienso que ojalá se agoten las entradas en todas las funciones y haya que prorrogar.