Hay personas a las que les gustan los deportes extremos. Yo no entro en ese grupo. Hay según qué tipo de sensaciones que no necesito para nada en absoluto, así que me tengo por una persona tranquila, que vive la vida a su ritmo (que, a pesar de la de cosas que hago, es un ritmo bastante reposado), y dejo vivir a los demás.
Pero están los que no hacen lo mismo, y no dejan vivir a los demás. Son los que practican el hijputismo extremo. Sí, lo considero un deporte, porque esta gente vive en permanente competición, en una carrera sinfín y, por supuesto, no dudan en pisotear a quien convenga en su ánimo de medrar. Cualquier persona que no valga para sus propósitos, o de quién puedan aprovecharse cual saprofito, pasa a ser su rival, en enemigo a batir.
Seguro que alguien te ha venido a la mente, porque en el entorno de todos siempre hay alguien así, que barre para casa. Lo malo no es barrer para casa, que todos lo hacemos. Lo malo es barrer para casa de cualquier manera, arrasando y llevando por delante a quien sea, sin miramientos. Eso está feo. Muy feo.
Por lo general, el que practica el hijoputismo extremo encuentra a sus vícitmas entre sus antagonistas, personas sin voz ni voto, que son muy lilis y que se creen aquello de “to er mundo é güeno”, con lo cual son fácilmente manipulables. Con ellas, los practicantes del hijoputismo, se ceban a placer. Es lo que pasa cuando uno, en vez de tener sangre en las venas, tiene horchata: que viene alguien que es más listo, más aprovechado, más mezquino y menos escrupuloso que tú, y se te sube a las barbas para conseguir que sus intereses prevalezcan.
La cosa es que yo creo en el karma, así que, todo lo que va, vuelve. Creo que no es necesario añadir nada más.
Y tú, ¿qué piensas sobre los deportes extremos?
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2 Comments
Bueno, bueno…Uff. Nadie está a salvo. Te lo digo yo que he visto practicar ese deporte. Me han manipulado fácilmente y eso que no me creo que todo el mundo sea bueno, para nada. Pero es que está gente, acostumbrada al riesgo, pues esperan tras la maleza, para ver cuando rebajas la vigilancia y se dan cuenta, que estás en horas pésimas. Lo he sufrido, lo sufro. Pero sí, quiero creer en el efecto boomerang y que le de en toda la cara…
Besos.
Exacto, Belén querida. Nadie está a salvo. Estos individuos son capaces de detectar cuando una está en horas bajas… y entran a cuchillo. Espero que no lo sufras por mucho tiempo más.
Besos!