Esta reflexión surge de una de las conversaciones que tenemos en la membresía el último martes de cada mes, en la sesión de diálogo y reflexión. Este es un espacio, como su propio nombre indica, para hablar y reflexionar sobre temas y cuestiones relacionadas con las realidades del racismo. Es un espacio de aprendizaje comunitario en el que nos nutrimos gracias a las aportaciones de las personas que participan.
En una sesión reciente, Jessica compartió cómo compartir su sufrimiento emocional le ha servido en ocasiones para generar empatía en las personas blancas. Jessica explicó que, cuando explica cómo le afecta emocionalmente el racismo, a veces las personas parecen conectar a través de esa empatía. Sin embargo, yo comenté que no me parece que esto sea necesario. No quiero que las personas negras y racializadas tengamos que abrirnos y mostrar nuestras heridas constantemente para que las personas blancas puedan entender nuestro dolor. Esta “pornografía del dolor” perpetúa el trauma y el sufrimiento de las personas negras y racializadas.
Puedes ver y escuchar el fragmento de la sesión en el siguiente vídeo, y más abajo te explico por qué no creo que tengamos que hacer esto.
Como personas negras, no deberíamos tener que exponer nuestro dolor una y otra vez para que las personas blancas tomen conciencia y actúen contra el racismo. Esta dinámica solo perpetúa el trauma racial. Y, además de eso, también pone una carga emocional injusta sobre nuestras nosotras. La necesidad de educar a las personas blancas no debería venir a costa de nuestra salud mental y emocional.
Es fundamental que las personas blancas asuman la responsabilidad de educarse y tomen acción contra el racismo sin depender de que las personas negras y racializadas compartamos nuestras experiencias traumáticas.
Muchas veces se nos pide que expliquemos nuestro dolor para que las personas blancas entiendan la magnitud del problema. Esto perpetúa la misma dinámica colonial de siempre, donde las personas negras somos vistas como objetos de lástima en lugar de personas con dignidad y agencia propia.
Por eso es urgente que las personas blancas dejen de sentir pena. Lo que se necesita es que asuman una responsabilidad activa en la lucha contra el racismo. La empatía es un primer paso, pero sin acción y autocrítica, no se generan cambios reales. Y la autocrítica no puede surgir únicamente de sentir pena por las injusticias que vivimos las personas negras. Debe haber un compromiso real y profundo con la educación antirracista y con la transformación de las estructuras racistas.
Es vital que las personas blancas encuentren nuevas formas de educarse sin tener que recurrir constantemente a nuestras experiencias dolorosas. No es justo que tengamos que aumentar nuestro nivel de trauma para que otras personas —que no experimentarán jamás nada parecido— comprendan la gravedad del racismo. La responsabilidad de la educación antirracista debe recaer en las personas que necesitan educarse, no en quienes ya vivmos a diario las consecuencias negativas de una sociedad racista.
Hay que terminar ya con la pornografía del dolor. Nuestras historias y experiencias no deberían ser utilizadas como herramientas para generar conciencia a costa de nuestro bienestar. Se hace urgente encontrar un enfoque que respete nuestra dignidad y que no nos obligue a revivir nuestro trauma para que las personas privilegiadas aprendan desde una posición cómoda, alejada de todo el dolor que implica hablar de estas experiencias. La toma de conciencia y la educación deben venir de un lugar de responsabilidad y compromiso, no de la explotación de nuestro sufrimiento.
Para avanzar en la práctica antirracista, es fundamental que las personas blancas se eduquen y tomen acción sin depender de que las personas negras y racializadas compartamos nuestras vivencias con el racismo. Deben asumir la responsabilidad de su propia educación y trabajar activamente para desmantelar las estructuras racistas.
Usar nuestro dolor como herramienta educativa no puede seguir siendo una opción. Es hora de encontrar nuevas formas de sensibilizar y educar que no perpetúen el trauma y el sufrimiento de nuestras comunidades. La justicia y la igualdad solo se alcanzarán cuando cada una asuma su parte en este trabajo, sin que recaiga injustamente sobre quienes nos vemos perjudicadas por el racismo.
De la misma forma que no sería justo que los hombres aprendieran sobre perspectiva de género y sobre feminismo escuchando una y otra vez a mujeres poniéndose frente a ellos y explicando todas las situaciones machistas que enfrentan en el día a día, no es justo que a las personas racializadas se nos pida constantemente hacer este ejercicio.
Si ya estás a punto de asumir tu responsabilidad y quieres formarte, puedes ser parte de este proyecto de educación antirracista y aprender todos los meses leyendo libros, asistiendo a clases magistrales y teniendo conversaciones como la que has visto en este fragmento de vídeo, apúntate a la membresía pinchando aquí.
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