Y En estos días raros de covid-19, cuarentena, estado de alarma y compras compulsivas de papel higiénico, aparecen los héroes.
La cuestión es que esos héroes no son precisamente los de Marvel, no. Hablo de personas comunes haciendo cosas comunes y que, sin embargo, se perciben como acciones positivas. Hablo, en especial de personas racializadas. En concreto de las comunidades china y gitana que están siendo atacadas porque el resto de la población payablanca se está infectando, además del coronavirus, del racismovirus.
Hemos visto cómo la comunidad asiática fue foco de ataques sinófobos en cuanto la propagación del virus se extendía y llegaba a Europa. El racismo empezó a propagarse y algunas personas dejaron de acudir a los establecimientos regentados por la comunidad. En el espacio público, las miradas de desconfianza hacia las personas asiáticas empezaban a proliferar.
La sinofobia llegó también a los espacios virtuales. En forma de memes a las redes sociales y de comentarios abiertamente racistas a los grupos de WhatsApp. Y, si alguien se atrevía a señalar el racismo del comentario, se le invitaba a abandonar el grupo. Parece que la prioridad era ser racista tranquilamente.
En el momento (fugaz) en el que se planteó la posibilidad de que el foco del coronavirus fuese el foco de propagación del coronavirus, la comunidad africana se vio brevemente amenazada, ya que se trata de un animal que habita en zonas tropicales de Asia y África. Finalmente se descubrió que el pangolín era inocente.
La comunidad china no fue la única vilipendiada, por supuesto. Les llegó el turno a las personas gitanas, que también se llevaron lo suyo. Los medios de comunicación, como en muchas otras ocasiones, han sido responsables de la propagación de (des)información que criminalizaba a personas de la comunidad. En la publicación de noticias relacionadas con la transmisión del dichoso virus, se dedicaron a desvelar que personas infectadas en La Rioja eran de origen gitano, contraviniendo así las recomendaciones del código deontológico del periodismo, que informan que la identidad étnica o la nacionalidad de quien protagoniza una noticia casi nunca es relevante.
Después de crear toda la alarma social posible y de promover un racismo fácil de propagar gracias al clima de miedo reinante, hay que calmar los ánimos. Y de eso también se encargan los medios de comunicación. Cuando las expresiones de odio empiezan a llegar a cotas peligrosas, hay que rebajar el nivel ¿y cómo? Proclamando como héroes a personas de las comunidades previamente vilipendiadas.
Ahora toca ensalzar a personas comunes haciendo cosas comunes. Toca poner en la portada a la ciudadanía china que está entregando mascarillas a la policía y a los hospitales. Y también toca escribir noticias sobre esas personas de la comunidad gitana que se organizan para llevar alimentos y bienes de primera necesidad.
Y es que el juego siempre es el mismo. Primero se deshumaniza a determinados colectivos. Después se los criminaliza difundiendo información sesgada y bulos para avivar los prejuicios entre una población crédula que no suele contrastar lo que dice la prensa, porque el solo hecho de que lo diga la prensa ya otorga credibilidad. Una vez que el odio ya está por las nubes, los dioses de los medios de (in)comunicación deciden glorificar pequeñas acciones que, si las llevase a cabo cualquier persona blanca, pasarían inadvertidas.
Y esto es muy ruin porque expone a las personas racializadas a tener que estar justificando siempre nuestra humanidad haciendo más esfuerzos para que se nos considere humanas, buena gente y merecedoras de la dignidad que se presupone a la blanquitud. Porque en estos días, hasta la dignidad deviene un privilegio. Y, cuando ser considerada persona, si más, viene marcado por obtener la aprobación de la gente blanca en función de lo que se hace por ella, la cosa está realmente mal.
Este sábado se celebra, un año más, el Día Internacional de la Eliminación de la Discriminación Racial. El 21 de marzo de 1960 se produjo la matanza de Sharpeville, en Sudáfrica. Durante una manifestación pacífica contra la ley del apartheid, la policía abrió fuego contra la manifestación y asesinó a sesenta y nueve personas. En 1979, la Asamblea General de las Naciones Unidas decidió que en todos los Estados se organizara una semana de solidaridad con los pueblos que luchan contra el racismo y la discriminación racial.
Cuando todo este tema del coronavirus está exacerbando el racismo de la gente, es necesario pasar a la acción. Hay que contribuir activamente a frenar la propagación del racismo. También hay que entender que los virus no hacen excepciones y nos afectan (e infectan) a todas las personas. Por tanto, culpabilizar y criminalizar a colectivos que habitualmente son discriminados no es la solución en ningún caso.
Hace tan solo un par de semana las calles se inundaban de personas, mayoritariamente feminidades, manifestándose contra el patriarcado y la violencia machista. El día 21 de marzo siempre hay manifestaciones contra la supremacía blanca y la violencia racista. Este año el estado de alarma decretado por el Gobierno español no nos permitirá salir a las calles, pero te lo pedir igualmente: en lo que respecta a la lucha antirracista, no nos mires, únete.
Es necesario que te signifiques y que frenes los comentarios racistas que se sucedan estos días, sobre todo si relacionan la transmisión del coronavirus con alguna comunidad racializada. No toleres que a tu alrededor se perpetúen prejuicios y comentarios racistas, sobre todo en un momento en que desde estas comunidades se están haciendo sobreesfuerzos por limpiar su reputación para salir del foco que se les ha puesto encima marcándolas como culpables de una pandemia que nos está sobrepasando y de la que nos tenemos que responsabilizar individual y colectivamente para frenar su propagación.
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