Sobre la Dirección de Igualdad de Trato y Diversidad Étnico Racial
“Si algo sabemos en el feminismo es que la representación y lo simbólico importan. Hemos reorganizado el equipo de este Ministerio para que haya una presencia visible de mujeres pertenecientes a colectivos racializados. Eso significa que no asumiré la Dirección General”.
El texto corresponde a un tweet de Alba González Sanz, antigua concejala de Podemos en Gijón. El pasado 15 de enero González Sanz, y tan solo un día después de su nombramiento, comunicaba su renuncia al puesto de directora general de Igualdad de Trato y Diversidad Étnico Racial.
Mientras el nombramiento de González sentaba mal en las comunidades y organizaciones de personas racializadas, algunos medios de comunicación publicaban noticias cargadas de opiniones racistas. Al mismo tiempo, una parte de la sociedad civil tampoco entendía que González Sanz hubiese renunciado y que, en su lugar se hubiera nombrado, como directora general, a Rita Bosaho. La nueva directora general, Bosaho, ha sido la única diputada negra en el congreso de los diputados por el mismo partido, Unidas Podemos.
¿Y si se tratase de mujeres?
Resulta paradójico que a nadie le sorprenda que la Ministra de Igualdad sea una mujer, o que las directoras del Instituto de la Mujer, desde que se fundó en 1983 hayan sido mujeres. De hecho parece bastante lógico, ¿verdad?
Una mujer pertenece al grupo cuyos intereses y derechos defiende y promueve el Ministerio de Igualdad. Se entiende, por tanto que la Ministra de Igualdad, además de tener la formación, experiencia y trayectoria que el cargo requiere, ha de ser una mujer. Porque precisamente es el hecho de ser mujer lo que le da la ventaja sobre un hombre de tener la experiencia encarnada. Una mujer, en una sociedad patriarcal como la que vivimos, sabe qué violencias sufre una mujer por el hecho de serlo.
Con las direcciones relacionadas con la temática LGTBI+ también se acepta que quien esté al frente sea una persona perteneciente al colectivo. Cualquier persona del colectivo LGTBI+, además de estar académica y profesionalmente preparada para gestionar un puesto de responsabilidad relacionado con la materia, cuenta con su propia experiencia. Eso la sitúa en la mejor posición para velar por los intereses. ¿Se entendería que una persona heterosexual estuviese al frente de una concejalía, departamento o dirección general representativa del colectivo LGTBI+? Evidentemente, no. No tendría sentido.
Sin embargo, cuando se trata de diversidad étnico racial, el gobierno decide poner al frente a una persona blanca y seespera que los colectivos de personas racializadas lo aceptemos. Hay personas que esperan que aceptemos ese nombramiento sin señalarlo como un error.
Es más, se nos acusa de racistas. Racistas por pretender que, para una vez que un gobierno decide crear una dirección general sobre igualdad de trato y diversidad étnico y racial, la persona que está al frente sea una persona que tenga la experiencia de pertenecer a uno de los colectivos que representará.
No es racismo, es reparación
Al anunciarse el nombre de la nueva directora, aparecieron voces (blancas) críticas con el nombramiento. Que por qué una mujer negra tenía que estar al frente de la Direción General de Igualdad de Trato y Diversidad Étnico Racial. Lo que para las comunidades racializadas es claro y cristalino no lo es tanto para algunas personas blancas.
Además de por su trayectoria profesional, Bosaho está cualificada para asumir ese puesto por el hecho de que además sea una mujer negra. Su condición le confiere la sensibilidad y la experiencia encarnada de saber qué es vivir siendo una persona diversa en lo étnico y racial en una sociedad mayoritariamente blanca. Y eso, mal que pese, es necesario.
Por necesario que a mí me parezca, han aparecido voces discordantes diciendo que es racista nombrar como directora de Igualdad de Trato y Diversidad Étnico Racial a una persona negra. Que si tiene la experiencia necesaria para el puesto, qué más da del color que sea. Que, poniendo tanto énfasis en que sea una persona negra, “los racistas estáis siendo vosotros”. Esto no es más que otra versión del “yo no veo colores, veo personas. Y si tú los ves, eres tú quien es racista”. Pero, como ya he dicho en alguna otra ocasión, las únicas personas que pueden jugar la carta del colorblind y decir que no ven colores, son las personas blancas. Que son las únicas, también, que pueden clamar que las razas no existen.
La representación y lo simbólico
La propia Alba González Sanz lo admitía: “la representación y lo simbólico importan”. España es un estado en el que hay aproximadamente unos dos millones de personas afrodescendientes. La cifra se eleva si hablamos de personas de origen diverso más allá de la afrodescendencia. La infrarrepresentación de las comunidades racializadas forma parte de la tradición española en todos los ámbitos, pero en el político la ausencia de representación es flagrante.
La representación importa. Y, por lo general, las representaciones que se hacen en España de los colectivos racializados suele ser negativa. Se niegan nuestra agencia política y nuestra propia capacidad de autorrepresentación, como se hizo en primera instancia con el nombramiento de González Sanz. Se perpetúan estereotipos o se nos infantiliza y se nos tutela. En los peores casos se nos criminaliza y se nos utiliza como arma arrojadiza en las campañas electorales culpándonos de todos los males y todas las crisis.
Con todo este escensario necesitamos imágenes positivas. Necesitamos contrarrestar toda la mala prensa que pesa sobre nuestros cuerpos. Necesitamos que se acepte nuestra presencia y necesitamos recuperar espacios en los que debimos estar desde el principio y que se nos negaron.
Tutelaje y paternalismo
Quiero ir un poco más allá y dejar claro por qué me parecería improcedente se hubiese mantenido a Alba González al frente de esta dirección general.
Negar que una persona racializada está cualificada para ostentar la Dirección General de Igualdad de Trato y Diversidad Étnico Racial es perpetuar el tutelaje al que históricamente estamos sometidas las comunidades racializadas.
Lo mismo pasaba con el antirracismo hasta hace relativamente poco. Llas entidades importantes en España estaban integradas, en su gran mayoría, por personas blancas. La participación de personas racializadas era anecdótica y siempre como voluntarias; nunca en puestos de responsabilidad.
La visión de los colectivos minorizados desde las posiciones de privilegio siempre ha sido paternalista. Se sigue diciendo, todavía en algunos espacios, que estas personas privilegiadas son la voz de los sin voz. No. Basta ya de esto. Todas las personas tenemos voz. Lo único que hay que hacer es pasar el micro, como ya he dicho en varias ocasiones.
Lo repito: tenemos voz, agencia y capacidad de autorrepresentarnos. Así que está totalmente fuera de lugar que en 2020 sean las personas blancas las que consideren que deben velar por nuestros intereses.
Y no se nos olvide otra cosa: estamos dentro del Decenio Internacional para los Afrodescendientes. La comunidad internacional proclamó este decenio reconociendo que las personas afrodescendientes representamos un grupo específico cuyos derechos humanos deben promoverse y protegerse. Entre los objetivos del Decenio se encuentra este: “Aprobar y fortalecer marcos jurídicos nacionales, regionales e internacionales de conformidad con la Declaración y el Programa de Acción de Durban y la Convención Internacional sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación Racial, y asegurar su aplicación plena y efectiva”.
Si, por una vez que España se decide a implementar algo que nos puede favorecer a la comunidad afrodescendiente y al resto de comunidades racializadas, que se haga bien de una vez por todas.
Enmendar el error es positivo
Es otra forma de decir que rectificar es de sabias. Más allá de lo que algunos medios de comunicación de derechas anunciaron como la fuente de las primeras disensiones dentro del gobierno recién formado, a mí me parece muy positivo que se haya reflexionado al respecto y se haya entendido la importancia de poner al frente a una persona racializada.
El Ministerio de Igualdad del que depende esta Dirección General es una de las carteras de Unidas Podemos. Si el partido más de izquierdas del gobierno no entiende ni apoya la necesidad de autorrepresentación y el poder simbólico de que una mujer negra esté en ese puesto, apaga y vámonos.
Por lo tanto, es un acierto del gobierno haber enmendado y haber puesto a Bosaho al frente de este gabinete. Eso demuestra que tenemos (y merecemos) el derecho de autorrepresentarnos.
Y a Alba González, por supuesto, mi reconocimiento. No sé si el paso atrás habrá sido iniciativa propia o si ha sido sugerencia del partido. En cualquier caso, que haya decidido quedarse como trabajadora entendiendo que este puesto lo tenía que ocupar alguien como Rita Bosaho también la deja en muy buen lugar.
Ojalá este nombramiento sea histórico, en el sentido de que siente precedente y sea el punto de partida de una representación mucho mayor de las personas racializadas en diferentes ámbitos y puestos políticos.